John 12

María unge a Jesús

1Jesús, seis días antes de la Pascua, vino a Betania donde estaba Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 2Le dieron allí una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con Él. 3Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro de gran precio ungió con él los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y el olor del ungüento llenó toda la casa
3. Sobre esta cena de Betania véase también Mt. 26, 6 ss.; Mc. 14, 3 ss. Según S. Crisóstomo y S. Jerónimo, esta María, hermana de Lázaro de Betania, no sería idéntica con la pecadora que unge a Jesús en Lc. 7, 36-50. En cambio, otras opiniones coinciden con la Liturgia que las identifica a ambas, como se ve en la Misa de Santa María Magdalena, el 22 de julio, y consideran que la actitud amorosa y fiel de Magdalena al pie de la Cruz y en la Resurrección (19, 25; 20, 1-18), es muy propia de aquella que en Betania escuchaba extasiada a Jesús (Lc. 10, 38 ss.).
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4Judas el Iscariote, uno de sus discípulos, el que había de entregarlo, dijo: 5“¿Por qué no se vendió este ungüento en trescientos denarios, y se dio para los pobres?” 6No dijo esto porque se cuidase de los pobres, sino porque era ladrón; y como él tenía la bolsa, sustraía lo que se echaba en ella
6. Jesús, el más pobre de los pobres, no llevaba dinero, ni lo llevaban los apóstoles, sino que vivían de limosnas, cuyo administrador infiel era Judas Iscariote. Este es llamado ladrón porque sustraía los fondos comunes. Podemos juzgar lo que valía su defensa de los pobres, cuando él, por dinero, llegó a entregar a su divino Maestro. Cf. 1 Co. 13, 3.
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7Mas Jesús dijo: “Déjala, que para el día de mi sepultura lo guardaba. 8Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, mas a Mí no siempre me tenéis”. 9Entre tanto una gran multitud de judíos supieron que Él estaba allí, y vinieron, no por Jesús solo, sino también para ver a Lázaro, a quien Él había resucitado de entre los muertos. 10Entonces los sumos sacerdotes tomaron la resolución de matar también a Lázaro
10. No lograron quitar la vida a Lázaro. Según una tradición, fue uno de los primeros obispos de Chipre. El emperador León VI exhumó su cuerpo para entregarlo a Santa Ricardis, esposa del emperador Carlos III.
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11porque muchos judíos, a causa de él, se alejaban y creían en Jesús.

Entrada triunfal en Jerusalén

12Al día siguiente, la gran muchedumbre de los que habían venido a la fiesta, enterados de que Jesús venía a Jerusalén
12 s. Compárese con Mt. 21, 1-11; Mc. 11, 1-11; Lc. 19, 29-45 y nótese el reconocimiento de la realeza de Cristo por parte de los buenos israelitas (cf. 6, 15) en tanto que la negaban sus enemigos. Cf. 18, 39 s.; 19, 12-15; Lc. 23, 2, etc. Hosanna: exclamación de júbilo, que significa: ¡ayúdanos! (oh Dios). Véase Salmo 117, 25; Mt. 21, 9 y notas.
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13tomaron ramas de palmeras, y salieron a su encuentro; y clamaban: “¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor y el rey de Israel!” 14Y Jesús hallando un pollino, montó sobre él, según está escrito: 15“No temas, hija de Sión, he aquí que tu rey viene, montado sobre un asnillo”. 16Esto no entendieron sus discípulos al principio; mas cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que esto había sido escrito de Él, y que era lo que habían hecho con Él. 17Entre tanto el gentío que estaba con Él cuando llamó a Lázaro de la tumba y lo resucitó de entre los muertos, daba testimonio de ello. 18Y por eso la multitud le salió al encuentro, porque habían oído que Él había hecho este milagro. 19Entonces los fariseos se dijeron unos a otros: “Bien veis que no adelantáis nada. Mirad cómo todo el mundo se va tras Él”.

Paganos quieren ver a Jesús

20Entre los que subían para adorar en la fiesta, había algunos griegos
20. Los griegos que desean ver a Jesús son prosélitos o afiliados al judaísmo, como el centurión de Lc. 7, 2-10. Se les llamaba “temerosos de Dios” (Hch. 13, 43). De no ser así no habrían venido a Jerusalén a la fiesta.
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21Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida en Galilea, y le hicieron este ruego: “Señor, deseamos ver a Jesús”. 22Felipe fue y se lo dijo a Andrés; y los dos fueron a decirlo a Jesús. 23Jesús les respondió y dijo: “¿Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado?”
23. La hora, como anota Pirot, era de inmolación (v. 27), de la cual vendría su glorificación (Lc. 24, 26). Cf. Sal. 109, 7 y nota.
24En verdad, en verdad, os digo: si el grano de trigo arrojado en tierra no muere, se queda solo; mas si muere, produce fruto abundante
24 ss. Jesús aplica esto primero a Él mismo, según vemos por el v. 23. Significa así la necesidad de su Pasión y Muerte (cf. Lc. 24, 46) para que su fruto sea el perdón nuestro (ibid. 47; cf. Is. 53, 10 ss.). En segundo lugar lo aplica a nosotros (v. 25) pata enseñarnos a no poner el corazón en nuestro yo ni en esta vida que se nos escapa de entre las manos, y a buscar el nuevo nacimiento según el espíritu (3, 3 ss.; Ef. 4, 24), prometiéndonos una recompensa semejante a la que Él mismo tendrá (v. 26). Cf. 17, 22-24.
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25Quien ama su alma, la pierde; y quien aborrece su alma en este mundo, la conservará para vida eterna. 26Si alguno me quiere servir, sígame, y allí donde Yo estaré, mi servidor estará también; si alguno me sirve, el Padre lo honrará”.

Testimonio del Padre

27“Ahora mi alma está turbada: ¿y qué diré? ¿Padre, presérvame de esta hora? ¡Mas precisamente para eso he llegado a esta hora!
27. Mi alma está turbada: Santo Tomás llama a esto un anticipo de la Pasión. Jesús encara aquí su drama con la misma generosidad con que beberá en Getsemaní el cáliz de la amargura (Mt. 26, 39), y renuncia a pedir al Padre que lo libre, pues sabe que así debe suceder (Mt. 26, 53 s.).
28Padre glorifica tu nombre”. Una voz, entonces, bajó del cielo: “He glorificado ya, y glorificaré aún”
28. Glorifica tu nombre: En 17, 1 s. vemos que la glorificación que el Padre recibe del Hijo consiste en salvarnos a nosotros. El Padre quedará glorificado más y más (cf. 13, 31 s.) al mostrar que su misericordia por los pecadores no vaciló en entregar su divino Hijo (3, 16) y dejarlo llegar hasta el último suplicio (10, 17; Rm. 5, 10; 8, 32; 1 Jn. 4, 9). Y a su vez el Padre, que ya glorificó al Hijo dando testimonio de Él con su Palabra (Mt. 17, 5) y en los milagros, lo glorificará más y más, después de sostenerlo en su Pasión (Lc. 22, 43), y de resucitarlo, (Hch. 2, 24; 3, 15; Rm. 8, 11; Ef. 1, 20; Col. 2, 12), sentándolo a su derecha, con su Humanidad santísima, con la misma gloria que eternamente tuvo el Verbo (17, 5 y 24). Cf. Sal. 109, 1 ss.
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29La muchedumbre que ahí estaba y oyó, decía que había sido un trueno; otros decían: “Un ángel le ha hablado”
29. Así fue también en Hch. 9, 7; 22, 9; Fil. 3, 21. Sobre la dulce muerte a sí mismo (v. 25), véase Lc. 9, 23 s. y nota. Cf. Mt. 10, 39; 16, 25; Mc. 8, 35; Lc. 17, 33. Alma (gr. psyjé). Así también de la Torre. Otros vierten vida. El mismo v. trae otra palabra (zoé) que traducimos por vida.
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30Entonces Jesús respondió y dijo: “Esta voz no ha venido por Mí, sino por vosotros. 31Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será expulsado
31. Satanás y sus satélites serán echados fuera de las almas por la regeneración que obrará en ellas el Bautismo (Ef. 4, 8; Denz. 140). Véase, empero, 14, 30 y nota.
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32Y Yo, una vez levantado de la tierra, lo atraeré todo hacia Mí”
32. Lo atraeré todo hacia Mí: esto es, consumada mi redención, Yo quedaré como el centro al cual convergen todos los misterios de ambos Testamentos. Otros leen: atraeré a todos y lo interpretan del llamado que se extiende a toda la gentilidad. En Ef. 1, 10 (cf. nota), hay una base de interpretación aún más amplia de este anuncio del Señor.
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33Decía esto para indicar de cuál muerte había de morir. 34El pueblo le replicó: “Nosotros sabemos por la Ley que el Mesías morará entre nosotros para siempre; entonces, ¿cómo puedes Tú decir que es necesario que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?”
34. Aluden a las profecías sobre el Mesías Rey de Israel. Cf. Is. 49, 8; Ez. 37, 25.
35Jesús les dijo: “Poco tiempo está aún la luz entre vosotros; mientras tenéis la luz, caminad, no sea que las tinieblas os sorprendan; el que camina en tinieblas, no sabe adónde va
35 s. Mientras : en griego “hos” (cf. Lc. 3, 23 y nota). Jesús es la luz (9, 5) y los invita a obrar mientras Él está con ellos, pues Él los guardará como dice en 17, 12. No os sorprendan: sobre este sentido, véase Mt. 24, 24; 2 Ts. 2, 10.
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36Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para volveros hijos de la luz”. Después de haber dicho esto, Jesús se alejó y se ocultó de ellos
36. Creer a la Palabra de Jesús es la condición que Él mismo nos pone para hacernos hijos de Dios. Cf. 1, 12.
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Anuncio de la incredulidad

37Mas a pesar de los milagros tan grandes que Él había hecho delante de ellos, no creían en Él
37. Véase 6, 30; 9, 30; Lc. 11, 31 y notas.
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38Para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías que dijo: “Señor, ¿quién ha creído a lo que oímos (de Ti) y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido manifestado?”
38. Cita de Is. 53, 1, profecía de la Pasión, como la del Sal. 21, 2, que Cristo pronuncia en la Cruz (Mt. 27, 46). Nadie las creía, ni los apóstoles.
39Ellos no podían creer, porque Isaías también dijo
39 ss. Anuncio de la ceguera que los llevó a rechazar a Cristo, no obstante la claridad de las profecías antes invocadas (cf. 9, 39). Cuando vio su gloria: Cf. 8, 56; Is. 6, 9 ss.; Lc. 19, 14 y 27.
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40“Él ha cegado sus ojos y endurecido sus corazones, para que no vean con sus ojos, ni entiendan con su corazón, ni se conviertan, ni Yo los sane”. 41Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y de Él habló.

Jesús, Legado divino

42Sin embargo, aun entre los jefes, muchos creyeron en Él, pero a causa de los fariseos, no (lo) confesaban, de miedo de ser excluidos de las sinagogas
42. Véase 7, 13 y nota.
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43porque amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. 44Y Jesús clamó diciendo: “El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me envió
44. Véase 6, 40 y nota.
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45y el que me ve, ve al que me envió
45. Por el misterio que se ha llamado “circuminsesión”, el Padre está en el Hijo, así como el Hijo está en el Padre. Bajo los velos de la humanidad de Cristo late su divinidad, que posee con el Padre en la unidad de un mismo Espíritu. Véase 10, 30; 14, 7-11.
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46Yo la luz, he venido al mundo para que todo el que cree en Mí no quede en tinieblas
46. Jesús no quiere que sus discípulos queden en tinieblas. Elocuente condenación de lo que hoy suele llamarse la fe del carbonero. Las tinieblas son lo propio de este mundo (9, 5 y nota), mas no para los “hijos de la luz”, que viven de la esperanza (1 Ts. 5, 4 s.).
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47Si alguno oye mis palabras y nos las observa, Yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvarlo
47. En esta mi primera venida no he de juzgar al mundo, pero sí en la segunda. Véase 3, 17; 5, 22 y nota; 8, 15; Ap. 19, 11 ss.
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48El que me rechaza y no acepta mi palabra, ya tiene quien lo juzgará: la palabra que Yo he hablado, ella será la que lo condenará, en el último día
48. Cf. 3, 18. Según esto, el no querer escuchar la Palabra de Cristo es peor que, después de haberla escuchado, no cumplirla. Confirma así el v. 46.
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49Porque Yo no he hablado por Mí mismo, sino que el Padre, que me envió, me prescribió lo que debo decir y enseñar
49. El que hace caso omiso del Mediador, desecha la misericordia del que se dignó constituirlo. Véase 14, 31; 15, 10. Entretanto, admiremos una vez más la humildad de niño con que el divino Legado habla del Padre.
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50y sé que su precepto es vida eterna. Lo que Yo digo, pues, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.
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